Las raíces de
todas las religiones, probablemente, estén en los primeros momentos en los
que el hombre se abstrae y concibe la idea de espíritus, entidades en su
interior. Y de que al morir el cuerpo desaparece y estas entidades siguen,
de una u otra forma, existiendo. Fue en las primeras sociedades
organizadas donde el culto a los antepasados se manifestó como la primera
forma de divinización conocida. Los antiguos griegos tenían sus cultos
familiares a sus ancestros, basados en sus "yevos", así como los romanos
rendían culto a los ancestros de sus "gens", o familias patriarcales.
Cuando se habla de "culto familiar" a los ancestros, no debe sólo
entenderse que se refiere a los ancestros de una casa, sino, en general, a
los componentes de toda la rama familiar. Al irse, con la evolución
de estos antiquísimos cultos, dividiendo a los espíritus de los muertos en
distintas categorías, van trascendiendo su función de dioses simples para
transformarse en divinidades más importantes hasta adquirir diferentes
jerarquías en "el otro mundo". como el Olimpo de los griegos. Es así
como se originan las primeras religiones politeístas.
En el antiguo
Japón, donde este tipo de cultos ya existía desde el principio del
asentamiento de los primeros habitantes en las islas, en el siglo VIII se
organiza en tres categorías: el culto doméstico, el culto a los ancestros
comunales y el culto a los ancestros estatales, o sea a los antepasados de
los gobernantes. El más antiguo es el culto netamente familiar.
Shinto
significa "el camino de los Dioses". Todos los muertos, inicialmente, se
convertían en dioses, Kami. Adquirían poderes sobrehumanos, pero
conservando las características de lo que habían sido en vida. Así, un
hombre justo daría lugar a un espíritu benevolente, y un hombre de malos
hábitos, a un espíritu malicioso. Estas creencias, y su forma organizada
de religión son tan antiguas como la nación japonesa misma. Podría decirse
que la historia del Japón es la historia de su religión. La antigua
palabra japonesa para "gobierno", "Matsari Goto", siginifica "cuestiones
de divinidad, o adoraciones". A la llegada del Budismo, se intenta
suplantar esta forma de fé, pero sin éxito. El Budismo debe entonces
convivir y adaptarse a los postulados del Shinto y éste hacer algunas
adaptaciones en sus ceremonias y costumbres para incorporarse al entorno
budista dominante. Hasta hoy en día, sin embargo, el
Shinto es la religión de la mayoría de los japoneses. Este tipo de
sincretismo entre una religión vernácula, tradicional, y otra que llega
dominante, se ha visto también en América Central y del Sur, en México, y
en el caso de Brasil y Haití, donde los antiguos ritos africanos conviven
y se adaptan a la religión católica.
El 15 de
Diciembre de 1945, el Comando Supremo de los Fuerzas Aliadas, establece en
Japón la abolición del Shinto como religión del Estado. De acuerdo a este
nuevo status, ya no será obligatorio rendirle culto a los ancestros del
Emperador, y el Shinto pasa a integrar la creencia personal de los
japoneses, solamente. Lo cual no disminuye la masiva fé en la religión en
sí.
La diferencia
con los cultos occidentales, griegos y romanos, es que mientras éstos
creían que los espíritus de sus familiares habitaban otro mundo lejano, en
el Japón se los entiende como una presencia permanente, vigilando todos
sus actos, y oyendo cada una de sus palabras. Deben ser homenajeados, pues
hay una interrelación activa entre los vivos y los muertos: la fortuna o
desgracias de los vivos dependerá de la influencia de estos espíritus, y a
su vez, ellos necesitarán, para estar tranquilos, de permanentes homenajes
y ofrendas. Si esto no se cumpliera, podrían molestarse e influenciar
negativamente en el mundo de los vivos. Las ofrendas son oraciones,
agradecimientos, y comida. Ellos no comerán la parte física de la comida;
sólo absorberán la esencia espiritual de la misma. Los cuerpos se llevan a
los Moya, sepulcros, pero el espíritu puede volver cuando quiera a
la casa.
Obviamente que
para cumplir esto las genealogías de los shintoístas están estrictamente
bien llevadas: todos los antepasados, hasta los más lejanos, están
identificados. Cuanto más se aleja generacionalmente un ancestro, es
probable que deje de ser solamente de la familia y pasa a tener relevancia
en la comunidad. Al nacer los niños ya se los inscribe en una tabla de
madera junto a los nombres de sus antecesores. Todo es cuidadosamente
organizado.
En los tiempos
más remotos, antes de la era cristiana, era común ofrecer sacrificios a
los muertos; consistían en sacrificios de animales y de seres humanos.
Esta forma de inmolación, Hitogaki, o sea seguir al difunto al otro
mundo, se hacía enterrando hasta el cuello al sacrificado y dejando que
las aves picotearan su cabeza y los animales se los comieran. En el siglo
I de la era cristina, el emperador Suinin abolió esta costumbre, que sin
embargo fue practicada durante mucho más tiempo, pues en el año 646 el
emperador Katoku volvió a lanzar un edicto prohibiendo definitivamente
este rito.
En cada hogar
donde el rito Shinto es seguido, hay ubicado en alguna habitación un
altar, Mitamaya, que es una réplica en miniatura de un
sepulcro, donde se harán todas las ofrendas a los ancestros. En ellas se
pone una tablita de madera blanca, laqueada y dorada y con una flor de
loto incrustada, donde se inscriben los nombres de los fallecidos
del hogar. Estos no son sus nombres reales, sino un nuevo nombre
espiritual que adquieren al morir (Mitama Shiro). Cuando siguen el
rito shintoísta-budista estas tablas son alojadas en lo alto de la
habitación principal. A cualquier religión que se adapte el rito, la base
del Shinto es la misma: deben rezarse plegarias una vez al día, al menos,
frente a las mitamayas, y es fundamental no olvidarse de cumplirlo.
Las oraciones están generalmente a cargo de los más ancianos, o de la
mujer del hogar. Las plegarias son breves, la ofrenda de alimentos se hace
desde la cocina del hogar cuando van a comer; es decir, nada solemne ni
especial. Pero la observancia de la ceremonia es una obligación familiar
que debe ser cumplida y jamás olvidada mientras la familia exista.
La creencia
central es que los antepasados necesitan afecto de los vivos para ser
felices; su felicidad depende de las demostraciones de los vivos. No los
piensan exactamente como muertos; piensan que sus espíritus están entre
ellos, custodiando el hogar, preocupándose por sus actividades cotidianas,
y por el suceso de sus emprendimientos. Los japoneses llaman a esto "devoción
filial", que no es solamente el respeto de los hijos hacia los padres,
sino que es todo un sistema de culto a los ancestros, un servicio
reverencial, una gratitud permanente del presente hacia el pasado y una
conducta dentro del hogar familiar.
Para entender
la importancia de estos antiguos ritos deberíamos asumir que toda la
sociedad japonesa está basada en esta línea de pensamiento: el culto
reverencial a los ancestros, que deriva en el respeto por las figuras
mayores del hogar, a los ancianos en general, a los jefes de la comunidad,
la lealtad a sus gobernantes, y el autosacrificio individual para lograr
fines colectivos. Todo el sistema completo de la ética japonesa deriva
directamente de su religión doméstica.