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…”Ellos han sido los dadores de la vida, de todas las posesiones; son los hacedores y maestros del presente: ellos representan el pasado de la raza, y todos sus sacrificios; todo lo que los vivos poseen viene de ellos. Y cuán poco piden en compensación! No mucho más que ser agradecidos, como los fundadores y guardianes del hogar, en simples palabras como éstas:  “Por la ayuda recibida, en el día y en la noche, acepten, Augustos Señores, nuestra gratitud reverencial”…Olvidarlos o descuidarlos, tratarlos con descortés indiferencia, muestra un corazón malvado; avergonzarlos con una conducta incorrecta, desgraciar su nombre con malas acciones, es el crimen supremo. Ellos representan la experiencia moral de la raza: quien niega esta experiencia los niega también a ellos, y cae al nivel de las bestias, o abajo de eso. Ellos representan la Ley no escrita, las tradiciones de la comunidad, los deberes de todos hacia todos: quienquiera ofenda todo esto, peca contra la muerte. Y, finalmente, ellos representan el misterio de lo invisible: para la creencia Shinto, ellos son dioses”…

(“Japón, un intento de interpretación”, por Lafcadio Hearn; London, McMillan Ltd. Co., 1904)

Las raíces de todas las religiones, probablemente, estén en los primeros momentos en los que el hombre se abstrae y concibe la idea de espíritus, entidades en su interior. Y de que al morir el cuerpo desaparece y estas entidades siguen, de una u otra forma, existiendo. Fue en las primeras sociedades organizadas donde el culto a los antepasados se manifestó como la primera forma de divinización conocida. Los antiguos griegos tenían sus cultos familiares a sus ancestros, basados en sus "yevos", así como los romanos rendían culto a los ancestros de sus "gens", o familias patriarcales. Cuando se habla de "culto familiar" a los ancestros, no debe sólo entenderse que se refiere a los ancestros de una casa, sino, en general, a los componentes  de toda la rama familiar. Al irse, con la evolución de estos antiquísimos cultos, dividiendo a los espíritus de los muertos en distintas categorías, van trascendiendo su función de dioses simples para transformarse en divinidades más importantes hasta adquirir diferentes jerarquías en "el otro mundo". como el Olimpo de los griegos. Es así como se originan las primeras religiones politeístas.

En el antiguo Japón, donde este tipo de cultos ya existía desde el principio del asentamiento de los primeros habitantes en las islas, en el siglo VIII se organiza en tres categorías: el culto doméstico, el culto a los ancestros comunales y el culto a los ancestros estatales, o sea a los antepasados de los gobernantes. El más antiguo es el culto netamente familiar.

Shinto significa "el camino de los Dioses". Todos los muertos, inicialmente, se convertían en dioses, Kami. Adquirían poderes sobrehumanos, pero conservando las características de lo que habían sido en vida. Así, un hombre justo daría lugar a un espíritu benevolente, y un hombre de malos hábitos, a un espíritu malicioso. Estas creencias, y su forma organizada de religión son tan antiguas como la nación japonesa misma. Podría decirse que la historia del Japón es la historia de su religión. La antigua palabra japonesa para "gobierno", "Matsari Goto", siginifica "cuestiones de divinidad, o adoraciones". A la llegada del Budismo, se intenta suplantar esta forma de fé, pero sin éxito. El Budismo debe entonces convivir y adaptarse a los postulados del Shinto y éste hacer algunas adaptaciones en sus ceremonias y costumbres para incorporarse al entorno budista dominante.  Hasta hoy en día, sin embargo, el Shinto es la religión de la mayoría de los japoneses. Este tipo de sincretismo entre una religión vernácula, tradicional, y otra que llega dominante, se ha visto también en América Central y del Sur, en México, y en el caso de Brasil y Haití, donde los antiguos ritos africanos conviven y se adaptan a la religión católica.

El 15 de Diciembre de 1945, el Comando Supremo de los Fuerzas Aliadas, establece en Japón la abolición del Shinto como religión del Estado. De acuerdo a este nuevo status, ya no será obligatorio rendirle culto a los ancestros del Emperador, y el Shinto pasa a integrar la creencia personal de los japoneses, solamente. Lo cual no disminuye la masiva fé en la religión en sí.

La diferencia con los cultos occidentales, griegos y romanos, es que mientras éstos creían que los espíritus de sus familiares habitaban otro mundo lejano, en el Japón se los entiende como una presencia permanente, vigilando todos sus actos, y oyendo cada una de sus palabras. Deben ser homenajeados, pues hay una interrelación activa entre los vivos y los muertos: la fortuna o desgracias de los vivos dependerá de la influencia de estos espíritus, y a su vez, ellos necesitarán, para estar tranquilos, de permanentes homenajes y ofrendas. Si esto no se cumpliera, podrían molestarse e influenciar negativamente en el mundo de los vivos. Las ofrendas son oraciones, agradecimientos, y comida. Ellos no comerán la parte física de la comida; sólo absorberán la esencia espiritual de la misma. Los cuerpos se llevan a los Moya, sepulcros, pero el espíritu puede volver cuando quiera a la casa.

Obviamente que para cumplir esto las genealogías de los shintoístas están estrictamente bien llevadas: todos los antepasados, hasta los más lejanos, están identificados. Cuanto más se aleja generacionalmente un ancestro, es probable que deje de ser solamente de la familia y pasa a tener relevancia en la comunidad. Al nacer los niños ya se los inscribe en una tabla de madera junto a los nombres de sus antecesores. Todo es cuidadosamente organizado.

En los tiempos más remotos, antes de la era cristiana, era común ofrecer sacrificios a los muertos; consistían en sacrificios de animales y de seres humanos. Esta forma de inmolación, Hitogaki, o sea seguir al difunto al otro mundo, se hacía enterrando hasta el cuello al sacrificado y dejando que las aves picotearan su cabeza y los animales se los comieran. En el siglo I de la era cristina, el emperador Suinin abolió esta costumbre, que sin embargo fue practicada durante mucho más tiempo, pues en el año 646 el emperador Katoku volvió a lanzar un edicto prohibiendo definitivamente este rito.

En cada hogar donde el rito Shinto es seguido, hay ubicado en alguna habitación un altar, Mitamaya, que es una réplica en miniatura  de un sepulcro, donde se harán todas las ofrendas a los ancestros. En ellas se pone una tablita de madera blanca, laqueada y dorada y con una flor de loto incrustada,  donde se inscriben los nombres de los fallecidos del hogar. Estos no son sus nombres reales, sino un nuevo nombre espiritual que adquieren al morir (Mitama Shiro). Cuando siguen el rito shintoísta-budista estas tablas son alojadas en lo alto de la habitación principal. A cualquier religión que se adapte el rito, la base del Shinto es la misma: deben rezarse plegarias una vez al día, al menos, frente a las mitamayas, y es fundamental no olvidarse de cumplirlo. Las oraciones están generalmente a cargo de los más ancianos, o de la mujer del hogar. Las plegarias son breves, la ofrenda de alimentos se hace desde la cocina del hogar cuando van a comer; es decir, nada solemne ni especial. Pero la observancia de la ceremonia es una obligación familiar que debe ser cumplida y jamás olvidada mientras la familia exista.

La creencia central es que los antepasados necesitan afecto de los vivos para ser felices; su felicidad depende de las demostraciones de los vivos. No los piensan exactamente como muertos; piensan que sus espíritus están entre ellos, custodiando el hogar, preocupándose por sus actividades cotidianas, y por el suceso de sus emprendimientos. Los japoneses llaman a esto "devoción filial", que no es solamente el respeto de los hijos hacia los padres, sino que es todo un sistema de culto a los ancestros, un servicio reverencial, una gratitud permanente del presente hacia el pasado y una conducta dentro del hogar familiar.

Para entender la importancia de estos antiguos ritos deberíamos asumir que toda la sociedad japonesa está basada en esta línea de pensamiento: el culto reverencial a los ancestros, que deriva en el respeto por las figuras mayores del hogar, a los ancianos en general, a los jefes de la comunidad, la lealtad a sus gobernantes, y el autosacrificio individual para lograr fines colectivos. Todo el sistema completo de la ética japonesa deriva directamente de su religión doméstica.

 

 

Pablo Briand, 24 de Junio de 2009.

 

Fuentes consultadas: A Revival of Pure Shinto, Sir Ernest Satow; A History of the Japanese people from the Earliest Times to the end of the Meiji Era, Dairoku Kikuchi, Frank Brinkley; Japan, an attempt at interpretation, Lafcadio Hearn.